Título: ¿Estamos indigestos de la formación ética?
Autor : Alvaro Rafael Campuzano Pineda
Institución:
Universidad La Gran Colombia
Mesa 4: Enseñar
o el oficio de aprender de cara a las políticas públicas
Palabras
claves: ética, ciudadanía, responsabilidad
social y democracia
¿Estamos
indigestos de la formación ética?
“Hay, en efecto,
mi joven amigo, un principio que inspira a los que practican
este método purgativo, el mismo que hace decir a los médicos del cuerpo que el cuerpo no podría sacar provecho del
alimento que se le da hasta tanto que se hayan evacuado los obstáculos internos.
Así, pues, a propósito del alma se han forjado ellos mismos esa idea: de todas
las ciencias que se les pueden hacer ingerir, ella no va a sacar ningún
provecho hasta tanto que se le haya sometido a la refutación”
Platón
El presente texto tiene como
propósito generar y proponer reflexiones alrededor de la enseñanza de la
filosofía en su componente ético. Esta demanda está enmarcada e inspirada en
Estanislao Zuleta cuando afirma la existencia de “la creencia de lo que se sabe
pero no más de eso, es decir no se sabe más de lo que se sabe” (1995). En
sintonía se encuentra Platón, quien en El
sofista, como se ve en el epígrafe, es una fuente de inspiración para esta
reflexión; se puede decir que hay algo en el arte contemporáneo de la enseñanza
que mientras no esté sometido a refutación no se le puede sacar provecho
alguno. Ese algo es la enseñanza en la formación ética de la humanidad. Dicha enseñanza
se presenta en colegios y universidades como plan obligatorio, lo que ha
llevado a ser asumida sin sentido de humanidad. De igual forma, es una
enseñanza que no forma al ciudadano en una actitud crítica sino más bien
repetitiva del modelo capitalista o que responde a un sistema que cumple con
estándares y lineamientos. Formación ética que termina convirtiendo al
individuo en una máquina repetidora de información, dándole con esta última
afirmación la razón a Platón y consolidando la pregunta que acompañará el
texto: ¿estamos indigestos con la formación ética?
Para poder analizar esta pregunta
se hace una primera invitación, cerrar los libros aprendidos en las aulas y
abrir los libros de responsabilidad frente al mundo. Las últimas manifestaciones
del planeta, como es el efecto acrecentador del calentamiento global, los
terremotos continuos, el cambio climático sin posibilidad de estadísticas
certeras, exigen que la formación ética a la par
de preocuparse por el conocimiento de sí mismo o por el análisis del lenguaje
en los conceptos que determinan acciones éticas y morales, vaya construyendo en
la humanidad reflexiones y formación por el cuidado del lugar donde se vive, es
decir el globo terráqueo. Para aceptar esta invitación se debe tomar un camino
en dos vías, una primera llamada la vía de la refutación y una segunda llamada
la vía de la propuesta.
La primera refutación a la
enseñanza ética se manifiesta al comparar el proceso de formación de la
educación colombiana con los procesos de formación de mercancía para el
trabajo; en ellos se detecta el siguiente objetivo, generar mayor utilidad al
menor costo. En este proceso están presentes programas de formación que cumplen
con estándares, es decir lineamientos generales, que deben estar sometidos y
regulados por leyes gubernamentales, capitalistas y positivistas, logrando en
sí mismos recargar de información al estudiante y por ende disminuyendo su
capacidad de iniciativa. Esta pérdida de iniciativa es propia del desarrollo
capitalista y positivista, ya lo comentaba Zuleta refiriéndose a Carlos Marx: “en
el proceso de desarrollo capitalista el trabajador pierde la inteligencia del
proceso, es decir, sabe cómo debe hacer algo, pero no sabe qué está haciendo” (1995:198). Es común que los estudiantes de hoy pregunten si
pueden o no hacer aquello que no esté presente en el reglamento estudiantil, se
comportan bajo las directrices de este y si actúan fuera de él, gozan de
argumentos consecuencialistas basados en sus sentimientos de aprobación o
desaprobación.
Llámese a esta refutación “pérdida
de iniciativa”, dada en la sociedad capitalista colombiana, que capacita en un
sentido efectivo, es decir, se forman profesionales en una rama particular y
esta formación es eficaz en resultados pero se es prácticamente analfabeta en
la iniciativa ética de la propia formación. Al carecer el profesional de esta
iniciativa, se presenta como consecuencia el olvido del conocimiento de la
humanidad. Al desconocerse como humanidad se desconoce qué se está haciendo con ella misma, trayendo
como resultado la pérdida de la especie. El conocimiento se parcializa, la
responsabilidad ética y social no se puede parcializar.
Una segunda refutación será llamada
“pérdida de ciudadanía”, la cual se evidencia en la formación del ciudadano,
donde se puede afirmar que la sociedad capitalista – positivista colombiana
forma un eslabón que logre engranar bien en esta enorme cadena, se haga uno en
ella y se aleje del sentido de humanidad. “¿Qué magisterio ético, qué
parlamento ético existe, legitimado para prescribir a toda la ciudadanía en una
sociedad pluralista qué es lo que debe moralmente admitir? ¿Quién está
autorizado para decirnos en una sociedad semejante cuál es la medida de la
humanidad?”(Cortina, 1999:135). La filósofa española en su libro “Los
ciudadanos como protagonistas”, invita a la humanidad a salir de esa condición
de vasallos frente a los códigos morales únicos, y buscar un comportamiento que
pretende unos mínimos compartidos sin importar credo religioso, afinidad
política o tradición ancestral. Para lograr los mínimos éticos que pretenda el
comportamiento ético de la sociedad se debe luchar por aliar justicia con
felicidad. Los códigos morales únicos pretenden como máximos la búsqueda de la
felicidad por un mismo camino. Al contrario de estos máximos, la autora afirma
que “existen unos mínimos que se comparten en una sociedad pluralista
enmarcados en dos características: los mínimos son el respeto a unos derechos,
el aprecio a unos valores, y la estima de una actitud dialógica ya compartidos
en las sociedades con democracia liberal. Hay que partir de ellos para tomar un
acuerdo moralmente válido en el ideario de un centro o de un currículo escolar”
(1999:81). Estos máximos éticos que
han formado la humanidad durante décadas trajeron como consecuencia los
regímenes totalitaristas, y de estos se concibió un ciudadano interesado más por
lo técnico y lo económico en asunto de política y desinteresado en materia de
responsabilidad social.
Estas dos refutaciones mencionadas
con anterioridad llevan a la humanidad a no ser ajena con su realidad histórica. Es por esto que se hace
necesaria la pregunta que nos convoca ¿estamos indigestos de la formación
ética?, con base en el análisis anterior la respuesta es sí, estamos indigestos
de la actual formación ética. Es una indigestión propia de la pretensión de
querer hacer de la ética la disciplina en la cual convergen todas las
dimensiones de la persona, sin reconocer qué es ser persona; la disciplina que
debe solventar todo el daño causado a la humanidad desde las múltiples
interpretaciones de la moralidad. Se está inmerso en un mundo rico en culturas
pero ausente de humanidad, entendida la humanidad como la preocupación del
hombre por el hombre en sí mismo.
Teniendo claridad de las
refutaciones que sustentan la respuesta afirmativa a la pregunta, se ha de pasar
a la propuesta del medicamento para superar esta indigestión. Este medicamento
es posible si se centra la enseñanza en la persona, su habitud y su
responsabilidad social; unificadas estas tres categorías en la siguiente
pregunta: ¿Cómo formar un ciudadano que juzgue y sea responsable de su habitud?
¿Un ciudadano del mundo responsable por su casa?
La respuesta a esta pregunta puede
ser la solución para la indigestión ética mencionada. Una primera aproximación
se hace con Edgar Morín, “desde ahora una ética propiamente humana, es decir
una antropoética debe considerarse como una ética del bucle de los tres
términos individuo – sociedad – especie, de donde surgen nuestra conciencia y
nuestro espíritu propiamente humano. Esa es la base para enseñar la ética venidera”
(2001:133)
Tomando como referencia la cita de
Morín se puede analizar el aporte de la enseñanza de la ética a este aspecto de
formar ciudadanía responsable socialmente. Este nuevo aspecto le aporta una
nueva visión de ciudadano, no es la visión de un ciudadano definido como
conjunto de información sino definido como capacidad de pensamiento. El
ciudadano actual recibe mucha información de qué es democracia, pero no sabe
pensar democráticamente. ¿Cómo lograr que se piense democráticamente? Es
posible lograrlo si se le aporta sentido a lo que se enseña y se encuentra sentido
en lo que se aprende.
Está en manos del ciudadano que se
vea así mismo como un ser pensante, que haya sentido en lo que enseña y en lo que
aprende. Ya Kant lo había mencionado “ten valor de servirte de tu propio entendimiento”, aunque ésta propuesta va más
allá, el ser humano debe ser capaz de pensar por sí mismo y por su casa,
evidenciándose la relación individuo, sociedad, especie. Ese más allá es la
integración de la responsabilidad social al ser mismo del individuo y de la
especie, donde la formación ética no se queda en el pensum, trasciende en el
ser de la especie.
Este trascender se convierte en
exigencia de pensar democráticamente que se satisface cuando se logra que la
enseñanza de la ética establezca las condiciones para construir la
responsabilidad social, entendida como se mencionó con anterioridad, el
“habérselas con el otro y con el globo”. Este es el segundo aporte de la propuesta,
que en medida en que se lleve a cabo logrará aliviar la indigestión a la que se
encuentra sometida. Este nuevo aporte de la enseñanza de la ética permite
cuestionar la formación en la competitividad mencionada en la primera
refutación al ser relacionada con el ser humano tomado a manera de mercancía, que
hace al individuo más rival de su especie y con un gran temor a la derrota. En
el cotidiano de la escuela se evidencia la imposición de la unanimidad por
encima de la conquista de la democracia. “Amamos las cadenas”, así menciona
Dostoievski en los hermanos Karamazov. Estas cadenas que buscan en la escuela
que todos los individuos sean uno solo, entendido como producto que se entrega
con una marca que no se puede negociar. Esta marca ha llevado a pensar en masa
y no a pensar democráticamente. ¿Cómo superarlo? Si se tuviera una definición
clara del término democracia, este llevaría al buen entendimiento de los
individuos y en sí mismo de la especie.
Para lograr tener clara esta
definición, la enseñanza de la ética le exige a la democracia la necesidad de
la demostración, porque esta última está enmarcada en términos de igualdad, y
al otro se le demuestra no se le intimida. La ética permite en la academia un
camino amplio de debate de conocimiento; no está sumida a dogmas o textos
sagrados. Esto permite en el individuo su auto exigencia para elaborar
argumentos que favorezcan el cuidado de la especie; al mismo tiempo requiere,
como se dijo tres párrafos atrás, un definición clara del término democracia, donde
“la humanidad, de ahora en adelante, es una noción ética: ella es lo que debe
ser realizado por todos y en cada uno”. (Morin, 2001:120)
Este hecho del debate se enriquece
con el primer aporte de la enseñanza de la ética, pensar por sí mismo, ya que el
pensar y el decidir se transforman en angustia para el individuo y es mayor la
angustia cuando el ser humano decide por otro y por su casa. (Cf. Zuleta,
1995). “El arraigado hábito de poner todas las decisiones, incluso las morales,
en manos de los gobernantes y la igualmente arraigada costumbre de atenerse a
un código moral único” (Cortina, 1999:25). Al no tener la ética un patrón de
normas y de dogmas hace que la angustia sea mayor gracias al dilema moral,
porque ya no se decide por el individuo, se decide por la especie. Al pensar en
especie se piensa en el otro, y para debatir con el otro se le debe escuchar
conscientemente como otro, en su riqueza de alteridad. Democráticamente se puede elegir un líder que
ahorre esa angustia, pero la ética no aprueba esa democracia; el individuo debe
ser responsable por sí mismo, por la especie y por su casa.
Los seres humanos desean cambiar
las sociedades a punto de normas, debe salir una nueva legislación para cuidar
el globo, ésta legislación se lleva a las aulas como obligatoriedad del plan de
estudios, pero no deja de ser obligatoriedad. ¿En qué momento se logrará
enseñar la ética y no la normatividad? Cuando el ser humano luche contra sí
mismo para asumir su responsabilidad y tomar la decisión de pensar: ¿Qué mundo
deseamos?
BIBLIOGRAFIA
Cortina, A. (1999) Los Ciudadanos como Protagonistas. Barcelona:
Círculo de Lectores.
Morin,
E. (2001) Los Siete saberes necesarios para la educación del futuro. Bogotá: Editorial
Magisterio.
Platón. (1977) El Sofista o del
ser. Madrid: Editorial Aguilar.
Zuleta, E. (1995) Educación y
Democracia, un campo de combate. Cali: Fundación Estanislao Zuleta.