martes, 19 de marzo de 2013

¿Estamos indigestos de la enseñanza de la ética en Colombia?


Título: ¿Estamos indigestos de la formación ética?
Autor : Alvaro Rafael Campuzano Pineda
Institución: Universidad La Gran Colombia

Mesa 4: Enseñar o el oficio de aprender de cara a las políticas públicas
Palabras claves: ética, ciudadanía, responsabilidad social y democracia

¿Estamos indigestos de la formación ética?

                               “Hay, en efecto, mi joven amigo, un principio que inspira a los que                                                        practican este método purgativo, el mismo que hace decir a los médicos del cuerpo que el         cuerpo no podría sacar provecho del alimento que se le da hasta tanto que se hayan evacuado los obstáculos internos. Así, pues, a propósito del alma se han forjado ellos mismos esa idea: de todas las ciencias que se les pueden hacer ingerir, ella no va a sacar ningún provecho hasta tanto que se le haya sometido a la refutación”
Platón

El presente texto tiene como propósito generar y proponer reflexiones alrededor de la enseñanza de la filosofía en su componente ético. Esta demanda está enmarcada e inspirada en Estanislao Zuleta cuando afirma la existencia de “la creencia de lo que se sabe pero no más de eso, es decir no se sabe más de lo que se sabe” (1995). En sintonía se encuentra Platón, quien en El sofista, como se ve en el epígrafe, es una fuente de inspiración para esta reflexión; se puede decir que hay algo en el arte contemporáneo de la enseñanza que mientras no esté sometido a refutación no se le puede sacar provecho alguno. Ese algo es la enseñanza en la formación ética de la humanidad. Dicha enseñanza se presenta en colegios y universidades como plan obligatorio, lo que ha llevado a ser asumida sin sentido de humanidad. De igual forma, es una enseñanza que no forma al ciudadano en una actitud crítica sino más bien repetitiva del modelo capitalista o que responde a un sistema que cumple con estándares y lineamientos. Formación ética que termina convirtiendo al individuo en una máquina repetidora de información, dándole con esta última afirmación la razón a Platón y consolidando la pregunta que acompañará el texto: ¿estamos indigestos con la formación ética?

Para poder analizar esta pregunta se hace una primera invitación, cerrar los libros aprendidos en las aulas y abrir los libros de responsabilidad frente al mundo. Las últimas manifestaciones del planeta, como es el efecto acrecentador del calentamiento global, los terremotos continuos, el cambio climático sin posibilidad de estadísticas certeras, exigen que la formación ética a la par de preocuparse por el conocimiento de sí mismo o por el análisis del lenguaje en los conceptos que determinan acciones éticas y morales, vaya construyendo en la humanidad reflexiones y formación por el cuidado del lugar donde se vive, es decir el globo terráqueo. Para aceptar esta invitación se debe tomar un camino en dos vías, una primera llamada la vía de la refutación y una segunda llamada la vía de la propuesta.

La primera refutación a la enseñanza ética se manifiesta al comparar el proceso de formación de la educación colombiana con los procesos de formación de mercancía para el trabajo; en ellos se detecta el siguiente objetivo, generar mayor utilidad al menor costo. En este proceso están presentes programas de formación que cumplen con estándares, es decir lineamientos generales, que deben estar sometidos y regulados por leyes gubernamentales, capitalistas y positivistas, logrando en sí mismos recargar de información al estudiante y por ende disminuyendo su capacidad de iniciativa. Esta pérdida de iniciativa es propia del desarrollo capitalista y positivista, ya lo comentaba Zuleta refiriéndose a Carlos Marx: “en el proceso de desarrollo capitalista el trabajador pierde la inteligencia del proceso, es decir, sabe cómo debe hacer algo, pero no sabe qué está haciendo” (1995:198). Es común que los estudiantes de hoy pregunten si pueden o no hacer aquello que no esté presente en el reglamento estudiantil, se comportan bajo las directrices de este y si actúan fuera de él, gozan de argumentos consecuencialistas basados en sus sentimientos de aprobación o desaprobación.

Llámese a esta refutación “pérdida de iniciativa”, dada en la sociedad capitalista colombiana, que capacita en un sentido efectivo, es decir, se forman profesionales en una rama particular y esta formación es eficaz en resultados pero se es prácticamente analfabeta en la iniciativa ética de la propia formación. Al carecer el profesional de esta iniciativa, se presenta como consecuencia el olvido del conocimiento de la humanidad. Al desconocerse como humanidad se desconoce  qué se está haciendo con ella misma, trayendo como resultado la pérdida de la especie. El conocimiento se parcializa, la responsabilidad ética y social no se puede parcializar.

Una segunda refutación será llamada “pérdida de ciudadanía”, la cual se evidencia en la formación del ciudadano, donde se puede afirmar que la sociedad capitalista – positivista colombiana forma un eslabón que logre engranar bien en esta enorme cadena, se haga uno en ella y se aleje del sentido de humanidad. “¿Qué magisterio ético, qué parlamento ético existe, legitimado para prescribir a toda la ciudadanía en una sociedad pluralista qué es lo que debe moralmente admitir? ¿Quién está autorizado para decirnos en una sociedad semejante cuál es la medida de la humanidad?”(Cortina, 1999:135). La filósofa española en su libro “Los ciudadanos como protagonistas”, invita a la humanidad a salir de esa condición de vasallos frente a los códigos morales únicos, y buscar un comportamiento que pretende unos mínimos compartidos sin importar credo religioso, afinidad política o tradición ancestral. Para lograr los mínimos éticos que pretenda el comportamiento ético de la sociedad se debe luchar por aliar justicia con felicidad. Los códigos morales únicos pretenden como máximos la búsqueda de la felicidad por un mismo camino. Al contrario de estos máximos, la autora afirma que “existen unos mínimos que se comparten en una sociedad pluralista enmarcados en dos características: los mínimos son el respeto a unos derechos, el aprecio a unos valores, y la estima de una actitud dialógica ya compartidos en las sociedades con democracia liberal. Hay que partir de ellos para tomar un acuerdo moralmente válido en el ideario de un centro o de un currículo escolar” (1999:81). Estos máximos éticos que han formado la humanidad durante décadas trajeron como consecuencia los regímenes totalitaristas, y de estos se concibió un ciudadano interesado más por lo técnico y lo económico en asunto de política y desinteresado en materia de responsabilidad social.

Estas dos refutaciones mencionadas con anterioridad llevan a la humanidad a no ser ajena con su  realidad histórica. Es por esto que se hace necesaria la pregunta que nos convoca ¿estamos indigestos de la formación ética?, con base en el análisis anterior la respuesta es sí, estamos indigestos de la actual formación ética. Es una indigestión propia de la pretensión de querer hacer de la ética la disciplina en la cual convergen todas las dimensiones de la persona, sin reconocer qué es ser persona; la disciplina que debe solventar todo el daño causado a la humanidad desde las múltiples interpretaciones de la moralidad. Se está inmerso en un mundo rico en culturas pero ausente de humanidad, entendida la humanidad como la preocupación del hombre por el hombre en sí mismo.

Teniendo claridad de las refutaciones que sustentan la respuesta afirmativa a la pregunta, se ha de pasar a la propuesta del medicamento para superar esta indigestión. Este medicamento es posible si se centra la enseñanza en la persona, su habitud y su responsabilidad social; unificadas estas tres categorías en la siguiente pregunta: ¿Cómo formar un ciudadano que juzgue y sea responsable de su habitud? ¿Un ciudadano del mundo responsable por su casa?
La respuesta a esta pregunta puede ser la solución para la indigestión ética mencionada. Una primera aproximación se hace con Edgar Morín, “desde ahora una ética propiamente humana, es decir una antropoética debe considerarse como una ética del bucle de los tres términos individuo – sociedad – especie, de donde surgen nuestra conciencia y nuestro espíritu propiamente humano. Esa es la base para enseñar la ética venidera” (2001:133)

Tomando como referencia la cita de Morín se puede analizar el aporte de la enseñanza de la ética a este aspecto de formar ciudadanía responsable socialmente. Este nuevo aspecto le aporta una nueva visión de ciudadano, no es la visión de un ciudadano definido como conjunto de información sino definido como capacidad de pensamiento. El ciudadano actual recibe mucha información de qué es democracia, pero no sabe pensar democráticamente. ¿Cómo lograr que se piense democráticamente? Es posible lograrlo si se le aporta sentido a lo que se enseña y se encuentra sentido en lo que se aprende.

Está en manos del ciudadano que se vea así mismo como un ser pensante, que  haya sentido en lo que enseña y en lo que aprende. Ya Kant lo había mencionado “ten valor de servirte de tu propio  entendimiento”, aunque ésta propuesta va más allá, el ser humano debe ser capaz de pensar por sí mismo y por su casa, evidenciándose la relación individuo, sociedad, especie. Ese más allá es la integración de la responsabilidad social al ser mismo del individuo y de la especie, donde la formación ética no se queda en el pensum, trasciende en el ser de la especie.

Este trascender se convierte en exigencia de pensar democráticamente que se satisface cuando se logra que la enseñanza de la ética establezca las condiciones para construir la responsabilidad social, entendida como se mencionó con anterioridad, el “habérselas con el otro y con el globo”. Este es el segundo aporte de la propuesta, que en medida en que se lleve a cabo logrará aliviar la indigestión a la que se encuentra sometida. Este nuevo aporte de la enseñanza de la ética permite cuestionar la formación en la competitividad mencionada en la primera refutación al ser relacionada con el ser humano tomado a manera de mercancía, que hace al individuo más rival de su especie y con un gran temor a la derrota. En el cotidiano de la escuela se evidencia la imposición de la unanimidad por encima de la conquista de la democracia. “Amamos las cadenas”, así menciona Dostoievski en los hermanos Karamazov. Estas cadenas que buscan en la escuela que todos los individuos sean uno solo, entendido como producto que se entrega con una marca que no se puede negociar. Esta marca ha llevado a pensar en masa y no a pensar democráticamente. ¿Cómo superarlo? Si se tuviera una definición clara del término democracia, este llevaría al buen entendimiento de los individuos y en sí mismo de la especie.

Para lograr tener clara esta definición, la enseñanza de la ética le exige a la democracia la necesidad de la demostración, porque esta última está enmarcada en términos de igualdad, y al otro se le demuestra no se le intimida. La ética permite en la academia un camino amplio de debate de conocimiento; no está sumida a dogmas o textos sagrados. Esto permite en el individuo su auto exigencia para elaborar argumentos que favorezcan el cuidado de la especie; al mismo tiempo requiere, como se dijo tres párrafos atrás, un definición clara del término democracia, donde “la humanidad, de ahora en adelante, es una noción ética: ella es lo que debe ser realizado por todos y en cada uno”. (Morin, 2001:120)

Este hecho del debate se enriquece con el primer aporte de la enseñanza de la ética, pensar por sí mismo, ya que el pensar y el decidir se transforman en angustia para el individuo y es mayor la angustia cuando el ser humano decide por otro y por su casa. (Cf. Zuleta, 1995). “El arraigado hábito de poner todas las decisiones, incluso las morales, en manos de los gobernantes y la igualmente arraigada costumbre de atenerse a un código moral único” (Cortina, 1999:25). Al no tener la ética un patrón de normas y de dogmas hace que la angustia sea mayor gracias al dilema moral, porque ya no se decide por el individuo, se decide por la especie. Al pensar en especie se piensa en el otro, y para debatir con el otro se le debe escuchar conscientemente como otro, en su riqueza de alteridad.  Democráticamente se puede elegir un líder que ahorre esa angustia, pero la ética no aprueba esa democracia; el individuo debe ser responsable por sí mismo, por la especie y por su casa.

Los seres humanos desean cambiar las sociedades a punto de normas, debe salir una nueva legislación para cuidar el globo, ésta legislación se lleva a las aulas como obligatoriedad del plan de estudios, pero no deja de ser obligatoriedad. ¿En qué momento se logrará enseñar la ética y no la normatividad? Cuando el ser humano luche contra sí mismo para asumir su responsabilidad y tomar la decisión de pensar: ¿Qué mundo deseamos?





BIBLIOGRAFIA

Cortina, A. (1999)  Los Ciudadanos como Protagonistas. Barcelona: Círculo de Lectores.
Morin, E. (2001) Los Siete saberes necesarios para la educación del futuro. Bogotá: Editorial Magisterio.
Platón. (1977) El Sofista o del ser. Madrid: Editorial Aguilar.
Zuleta, E. (1995) Educación y Democracia, un campo de combate. Cali: Fundación Estanislao Zuleta.